domingo, 1 de marzo de 2009

En memoria de Pitito, mi amigo cafetero


Esta carta la dirijo al sielo, a la atensión de Pitito. Por favor señor Dios, acójale en su seno y haga llegar esta sentida misiva a la nube en la que se esté hospedando.


Mi querido Pitito:

¿Pero qué me hisiste, buey? ¿Por qué tuviste que acabarte hasta los posos de aquel horrible café? Se acabaron las machotadas por siempre, pendejo. Fíjate en lo que conseguiste. Tú mismo te lo buscaste al servirte más de dos vasos de aquella horrible bebida del diablo. ¡Huevón!

Ahora descansas junto al altísimo, a quien brindas tu sonrisa manchada de café torrefacto. La de muelas que perdiste por beber ese mejunje, Pitito. No valoraste mis palabras cuando te dije que ese brebaje que tomabas tenía el mismo efecto demoledor que una mala caries. Pero tú siempre a lo tuyo, desgrasiado. Esa adicsión te ha arrancado de mi lado, y bien pronto, güero. Hase escasos días que llegamos a Japón e inisiamos nuestro periplo para probar los granos de estos señores. Y mira como acabaste por no andar con tiento. ¡Ay virgensita! Me va a faltar valor para continuar probando estos cafeses. Solo me queda tributarte un sentido adiós. Fíjate en como quedó tu hogar en la tierra, donde tus despojos se retuersen bajo una tasa del mismísimo café que te arrebató la vida:



Te lo tienes bien meresido, Pitito. Ahora todos saben que lo tuyo fue un suisidio. ¡Nadie se bebe el café japonés sin antes tragar varios protectores de estómago! Tentaste demasiado a la suerte, y lo peor es que ni siquiera tenías peparada una herensia. Ahora todo se lo quedará el estado nipón. Y con ese dinero finansiarán a los agricultores, que a su vez cultivarán más café, el cual se cobrará más víctimas al ser bebido por insensatos como tú. Por la noche aún tengo pesadillas recordando tu cara antes de marchar al infinito, y como pronunsiaste con ardor tus últimas palabras:

"Este café... sí que es infame".

¡Maldisión, Pitito! ¡Regresa a mí! Beber café infecto no es lo mismo sin ti. Te extraño con toda mi alma. ¡Ojalá ese café letal que acabó contigo desaparesca algún día de la fas de la tierra! ¡Bebida del averno, devuélveme a mi cuate! Hija de la grandísima chingad...

(El resto de la carta resulta ilegible; está llena de lágrimas y manchas de café)

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